sábado, 22 de diciembre de 2012

El Siervo y su relación personal con Dios



 Dios, Dios mío eres tú;
De madrugada te buscaré;
Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela,
En tierra seca y árida donde no hay aguas,
   Para ver tu poder y tu gloria,
Así como te he mirado en el santuario.
   Porque mejor es tu misericordia que la vida;
Mis labios te alabarán.
   Así te bendeciré en mi vida;
En tu nombre alzaré mis manos.
   Como de meollo y de grosura será saciada mi alma,
Y con labios de júbilo te alabará mi boca,
   Cuando me acuerde de ti en mi lecho,
Cuando medite en ti en las vigilias de la noche.
   Porque has sido mi socorro,
Y así en la sombra de tus alas me regocijaré.
   Está mi alma apegada a ti;
Tu diestra me ha sostenido.
   Pero los que para destrucción buscaron mi alma
Caerán en los sitios bajos de la tierra.
   Los destruirán a filo de espada;
Serán porción de los chacales.
   Pero el rey se alegrará en Dios;
Será alabado cualquiera que jura por él;
Porque la boca de los que hablan mentira será cerrada. (Salmo 63.1-11).

 Para algunos Siervos, es bastante sencillo darse cuenta cuando alguien trata de llenar con cosas equivocadas el vacío que tienen de Dios en sus vidas. Sin embargo, les resulta difícil ver ese mismo error en sus vidas redimidas. Muy fácilmente ponemos manos a la obra para Dios sirviendo, enseñando, predicando y yendo a Evangelizar. Ninguna de estas cosas son malas; de hecho, todas son buenas. Pero muchas veces son un intento equivocado de crear una sensación falsa de intimidad con Dios.
¿Por qué escoge un Siervo tener una cercanía artificial con el Señor Jesús, si lo que Él quiere es dar a sus hijos lo auténtico? Por dos razones: Primero, porque para recibir su gracia es necesario que nos hagamos vulnerables y seamos humildes. No hay nada que podamos darle o hacer para el Señor Jesús que nos limpie de pecado. Segundo, porque para que una relación amistosa sea buena se requiere de trabajo arduo, y eso también se aplica a nuestra relación con Dios.
Para conocer realmente al Señor Jesús, usted tiene que leer la Biblia y meditar en lo que  está leyendo. No puede mantener una estrecha relación con Dios si no hace caso a sus preceptos. Usted debe, por tanto, llenar su mente con las cosas de Dios y renunciar a las influencias mundanas. Además, una vida de oración es fundamental para relacionarnos con Dios. Estas cosas no suceden por casualidad, sino que exigen un esfuerzo deliberado de cada Obrero(a), de cada Siervo de Dios.
En pocas palabras, cuando satisfacemos nuestra sed con agua viva, ya no estamos sedientos. Cuando vivimos en comunión con Dios, la tentación por esforzarnos para lograr la santidad con nuestras propias fuerza cesa, permitiendo que nuestro trabajo, ofrendas, sacrificios y  adoración, glorifiquen sinceramente al Dios a quien servimos.
   

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