Si usted quiere experimentar la victoria en los conflictos que enfrenta, piense en cómo el Señor Jesús luchó y ganó sus batallas. La batalla crucial de su vida se libró aun antes de llegar a la cruz. Al orar en el Getsemaní, luchó con el conocimiento de que llevaría el terrible peso del pecado de la humanidad, y de que sufriría la separación espiritual del Padre celestial.
En su lugar especial de oración, Jesús estuvo solo sobre su rostro, y clamó. Y cuando dejó el huerto, salió como vencedor sobre Satanás, cuyo poder sobre la humanidad estaba a punto de ser destruido en la cruz. Jesús bebió la copa del sufrimiento y de la separación, pero Él sabía que, al final, triunfaría (He 12.2). Fue por eso que pudo enfrentar a sus adversarios con valor y autoridad. Cuando Jesús se dirigió a confrontar a quienes iban a arrestarlo, estaba en pleno control de la situación, tanto así que los fariseos y los soldados “retrocedieron y cayeron a tierra” (Jn 18.6). Él permitió que lo arrestaran, decidido a hacer la perfecta voluntad de su Padre.
Si usted tiene el hábito de pasar regularmente un tiempo a solas con Dios, llegará a conocer el corazón y la mente de Él. Entonces, cuando se enfrente a grandes decisiones con consecuencias para toda la vida, será capaz de discernir la dirección que Él da por medio de su Espíritu.
Por nuestras limitaciones humanas, jamás llegaremos a comprender todo lo que pasó Cristo en la cruz. Podemos intentar comprender el sufrimiento físico que padeció, pero en el reino espiritual, sufrió la mismísima ira de Dios. Este plan de redención tan costoso demuestra el gran amor de Dios. Jesús suplió́ todas nuestras necesidades en la cruz. Al hacernos parte de su familia, nos dio un sentido de pertenencia. Cuando Él murió en nuestro lugar, confirmó nuestro valor. Y al venir a vivir su vida a través de cada Pastor, Obrero, evangelista, Joven y miembro, nos da la capacidad de tener una vida de victoria y obediencia.
Piense en esto y que Dios le bendiga.
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