domingo, 8 de abril de 2012

Las pruebas de la vida


Cuando enfrentamos pruebas, palabras como “todo saldrá bien” no nos consuelan. Preferiríamos más bien que una persona rodee nuestro hombro con su brazo y nos diga: “Yo he pasado por esa misma situación; estoy familiarizado con el dolor que estás sintiendo”.
Las personas muchas veces nos decepcionan con sus respuestas rápidas y fáciles a nuestro sufrimiento. Afortunadamente, como hijos de Dios, podemos encontrar comprensión y ayuda en nuestro Salvador.
Jesús, el Sumo Sacerdote. En los días del Antiguo Testamento, el sumo sacerdote presentaba delante del Señor la sangre de un animal sacrificado. Esta ofrenda expiaba el pecado del pueblo. Jesús es nuestro sumo sacerdote; su sangre, que es el sacrificio por nuestro pecado, nos da acceso a Dios Padre.
Jesús, nuestro Intercesor. Romanos 8:34 dice: “Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. No somos perfectos, ¡pero qué consolador es saber que Aquél que sí es perfecto le habla al Padre a favor nuestro!
Jesús, nuestro Amigo. “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15:13). Jesús es el mejor amigo que podemos tener. Efectivamente, aunque Cristo fue sin pecado, Él comprende toda las emociones que nosotros sentimos y las tenaciones que enfrentamos; recordemos que Él experimentó rechazo, tentaciones y sufrimientos. Hallamos consuelo en Su comprensión.
¿En quién se apoya usted en sus tiempos de dificultad? Nuestro Sen
̃or Jesucristo le ofrece compasión y ayuda.
Piense en esto y que Dios le bendiga.

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