Muchas personas dentro de la iglesia (obreros, pastores, jóvenes,
evangelistas y miembros), aún no han entendido que el verdadero servicio es
mucho más que asistir a la iglesia los domingos y miércoles o colocar un
uniforme los días viernes (en el caso de los obreros). Implica dedicar nuestras
vidas a servir a los demás y ayudar a nuestro prójimo. El Señor Jesús demostró
esto cuando lavó los pies de los discípulos en el aposento alto durante la
Última Cena.
El ejemplo del Señor Jesús nos enseña que la clave de servir
es la humildad. A menos que estemos dispuestos a inclinarnos y a ensuciarnos
las manos para servir a los demás, no habremos entendido cuál es el secreto del
servicio. Además, un siervo verdadero…
No espera que le pidan ayuda. Nadie le pidió a Jesús que fuera
y lavara los pies de los discípulos. Así como Él vio e hizo lo que era
necesario, un siervo verdadero está alerta para identificar la necesidad y
luego servir como voluntario para atender y ayudar a los demás. Lo hará
calladamente sin buscar ningún reconocimiento o recompensa, pues está satisfecho
y muy feliz por el simple hecho de ayudar.
Debe aprender a recibir y también a dar. Esto es, por lo
general, muy difícil para un siervo. Jesús dijo a sus discípulos que, si no le
permitían que les lavara los pies, no tendrían parte con Él. Pedro se había
negado rotundamente porque era demasiado orgulloso para recibir tal atención.
No debemos estar atados al orgullo, que digamos no a alguien que, por amor,
desee “lavar nuestros pies”.
Como seguidores del Señor Jesús, debemos verlo a Él como
nuestro ejemplo de siervo. Si Dios mismo tomó “forma de siervo” (Fil 2:6-7)
para hacer una tarea tan humilde para sus discípulos, ¿Qué excusa podemos
presentar nosotros para no servir a los demás? ¿Qué ha hecho o que podría estar
haciendo usted para ayudar a su prójimo?