domingo, 12 de enero de 2014

¿Qué hace una iglesia firme?






 No podemos medir la firmeza de una iglesia con tan solo observar el tamaño del templo o de la congregación que ahí́ se reúne. La única manera de responder a esta pregunta, es descubrir lo que Jesús nos dice que es esencial para su Iglesia. Después de todo, es Él quien la edifica (Mt 16.18). Cuando le preguntó a sus discípulos quienes creían ellos que El era, Pedro le respondió́ casi inmediatamente: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt 16.16). Es sobre esta confesión de fe que Jesús edifica su Iglesia. Si esta verdad fuera removida, su cimiento seria quitado, y solo vendría a ser una institución más. El Señor Jesús  es también quien guarda, protege
Y le da el crecimiento a la Iglesia. Como es Omnipotente, las fuerzas del mal no podrán destruirla. Aunque la Iglesia ha sido perseguida a lo largo de la historia, las puertas del Hades nunca han prevalecido contra ella (Mt 16.18). Ni aun la muerte puede detenerla, pues la sangre derramada por los mártires la fortalece más.
El cuerpo de Cristo cumple su propósito bajo la autoridad de Dios. Es Él quien guía los eventos y las circunstancias, de acuerdo a su voluntad.
Cuando Jesús le dio a sus seguidores la misión de hacer discípulos a todas las naciones, sabía que no estaban equipados para esa labor. Es por eso que les dijo que se quedaran en Jerusalén hasta que fuesen bautizados y llenos del Espíritu Santo. De igual manera, ningún líder de la iglesia puede realizar la labor a la que el Señor le ha llamado, a no ser que sea lleno con su Espíritu. Es Él quien les da dirección, fortaleza y la capacidad para cumplir su propósito. Las iglesias firmes son aquellas que están formadas por personas que no comprometen sus creencias. No tienen temor de ir en contra de la opinión pública con tal de mantenerse firmes en la Palabra de Dios. Cuando una iglesia está formada por personas llenas de fe y comprometidas a la oración, el Espíritu Santo obra por medio de ellos y fortalece a la  Iglesia. Es por eso que necesitamos cultivar el hábito de leer la Biblia y orar al comenzar cada día. Es durante ese tiempo a solas con el Señor Dios  que nuestro compañerismo personal con Él se fortalece. Es por medio de ese tiempo que nos da entendimiento de su Palabra y nos guía, para que sepamos qué hacer durante ese día. Aprenderemos a caminar con fe al creer lo que nos declara en su Palabra. Pero si descuidamos nuestra relación con Dios, nos alejaremos de su voluntad.

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