Alguien dijo con certeza que la vida es una
carrera de resistencia más que de velocidad. El apresuramiento no sólo es
característico de los más jóvenes sino que trasciende la edad que tengamos. En
determinados momentos es correcto apresurarse, pero en términos generales la
vida cristiana es una vida de “despacio y más despacio” para llegar a buen
término en todo lo que emprendamos. Tantas veces por nuestras venas corre un
fluir del apresuramiento, que nos lleva posteriormente a tomar decisiones
equivocadas y hacer cosas erróneas. Debemos reconocer que como seres normales
que somos, el apuro y el apresuramiento es nuestra característica natural, pero
como siervos de Dios debemos aprender a movernos como el Señor Dios se
mueve. Una cosa es ser lento y otra es moverse como Dios se mueve, en
otras palabras, debemos saber esperar en Dios, pues Él
sabe el tiempo cierto de todo lo que necesitamos. Nunca
olvide que si nuestro tiempo no coincide con el de Dios, los que siempre
estamos corriendo somos nosotros. Dios siempre llega a tiempo para ayudarnos a
realizar todo lo que debemos hacer en la vida. Cuántos siervos de
Dios hoy viven frustrados, con su vida apenas porque no esperaron
en tiempo de Dios, si apresuraron a su manera, e incluso hay
errores que no se pueden arreglar. Saber esperar el tiempo de Dios
es lo mejor que los siervos de Dios pueden hacer. La Biblia
dice: "Ciertamente ninguno de cuantos en ti esperan será confundido;"
(Salmo 25:3).
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