domingo, 19 de mayo de 2013

El tiempo de Dios.





Alguien dijo con certeza que la vida es una carrera de resistencia más que de velocidad. El apresuramiento no sólo es característico de los más jóvenes sino que trasciende la edad que tengamos. En determinados momentos es correcto apresurarse, pero en términos generales la vida cristiana es una vida de “despacio y más despacio” para llegar a buen término en todo lo que emprendamos. Tantas veces por nuestras venas corre un fluir del apresuramiento, que nos lleva posteriormente a tomar decisiones equivocadas y hacer cosas erróneas. Debemos reconocer que como seres normales que somos, el apuro y el apresuramiento es nuestra característica natural, pero como siervos  de Dios debemos aprender a movernos como el Señor Dios se mueve. Una cosa es ser lento y otra es moverse como Dios se mueve, en otras  palabras, debemos saber  esperar  en Dios,  pues Él sabe el tiempo  cierto  de todo lo que  necesitamos. Nunca olvide que si nuestro tiempo no coincide con el de Dios, los que siempre estamos corriendo somos nosotros. Dios siempre llega a tiempo para ayudarnos a realizar todo lo que debemos hacer en la vida. Cuántos siervos  de Dios  hoy viven frustrados,  con su vida apenas porque no esperaron en tiempo  de Dios,  si apresuraron a su manera, e incluso hay errores  que no se pueden arreglar. Saber esperar el tiempo  de Dios es lo mejor que los siervos  de Dios pueden hacer.  La Biblia  dice: "Ciertamente ninguno de cuantos en ti esperan será confundido;" (Salmo 25:3).

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