miércoles, 7 de marzo de 2012

La Fe que Salva.



(Parte 1)
Lo utilizamos constantemente y entre mas lo hacemos, mejor desempeñamos nuestro trabajo en todos los sentidos. Dios lo ha concedido a quienes mantienen una relación estrecha con Él por medio del Señor Jesús, y eso consiste en confiar en Dios, en creer el lo que Él ha hecho a nuestro favor, así como comprender la importancia de depender de su sabiduría y poder a fin de regir nuestra vida por el camino del bien y agradarle.
Tipos de fe:
Fe  natural – Cualquiera puede creer que algo sea cierto. Sin tener evidencia ni obligación alguna al respeto, todo mundo tiene este tipo de fe. Por ejemplo: Alguien puede creer que un equipo deportivo es el mejor del mundo, simplemente  porque simpatiza su desempeño en el terreno de juego. Además no hay requisito alguno que le obligue a demostrar lealtad a nada ni a nadie; simplemente se trata de un punto de vista personal.
Fe en Dios – Esta es la convicción plena que Dios cumplirá fielmente lo que ha prometido, ya que nunca ha dejado de cumplir su palabra, y jamás lo hará.
Fe que salva – Esta se define como la fe absoluta en el Señor Jesucristo, el hijo de Dios, a fin  de obtener perdón de pecados y vida eterna en la presencia de Dios. Este tipo de fe demanda lograr  y mantener una relación personal y estrecha con Jesús, que resultan en el cambio radical del comportamiento de aquel que se entrega a Dios.
Debido a la oposición y persecución que los discípulos de Cristo confrontarían en sus vidas, era de vital importancia que comprendieran que toso lo que abarca la fe verdadera, para poder servir a Dios y ver lo que haría Cristo por medio de ellos. Por tal motivo, el Señor dedicó mucho tiempo a enseñarles lo que implicaba creer en Él y confiar en que Él cumplirá sus propósitos en cada una de sus vidas. Lo mismo sucede con nosotros.
En Marcos 4:35,41 – Leemos que el Señor y sus discípulos se embarcaron para dirigirse al otro lado del lago, de pronto se desató una gran tempestad de viento al grado que los discípulos tuvieron que despertar a Jesús diciéndole: “Maestro, ¿no tiene cuidado que perecemos? (v38) Y Él contestó, “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” A lo que Él contestó; “¿Por qué estáis así amedrantados? ¿Como no tenéis fe?” A semejanza de ellos, nosotros también preguntamos si Dios se preocupa por nosotros, demostrando así nuestra falta de fe, vemos este ejemplo  en Mateo 16, Fariseos y saduceos pidieron que el Señor les mostrase Señal  del cielo. Por lo que El dijo, a sus discípulos que se guardaran de la levadura de ambos grupos. Ellos pensaron que Él les reprochaba por no haber llevado pan, pero Jesús los corrigió diciéndoles que eran hombres de poca fe, pues habían olvidado de los milagros de la multiplicación del  pan que habían presenciado ya en dos ocasiones distintas. En otras palabras si, como ellos nosotros enfocamos en algo que se pueda ver, algún señal, y en los asuntos terrenales, en lugar de aprender los principios espirituales que Dios quiera enseñarnos, seremos hombres de poca fe, en Mateo 8 leemos acerca del Centurión que pidió que Jesús sanara su siervo, paralitico y gravemente atormentado, Jesús le dijo, que iría sanarle, pero el Centurión   repuso: “Señor… Solamente di la palabra, y mi criado sanará.” Ante eso Jesús comento con sus discípulos: “Ni aun en Israel he hallado tanta fe.” Si en verdad creemos en Jesús, confiamos en Él y no necesitamos pruebas de que Él cumplirá sus promesas, demostramos que tenemos mucha fe.
                                                                               Continúa….

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