Todos los días tenemos la opción de decir buenas palabras, y la responsabilidad de controlar nuestra lengua. Las palabras tienen el poder de bendecir y de maldecir, de edificar y de destruir.
Transmitir pensamientos de
esperanza y aliento llenan de ánimo al oyente, mientras que lanzar insultos y
criticar con aspe- reza destruyen una relación. Todos hemos sufrido eso en
algún momento, basta sólo un comentario cruel para hacer que nos irritemos y
nos sintamos mal. Lamentablemente, en el calor de una discusión a veces decimos
cosas que nunca tuvimos la intención de decir, y herimos
A las personas que más amamos.
¿Por qué razón tienen las palabras de otra persona un efecto tan grande en los
demás?
Dios entiende los problemas en que podemos meternos por nuestras emociones,
y por eso quiere que controlemos nuestras palabras. El Señor desea que seamos
una bendición para Él y para los demás. Las palabras crueles y los tonos
desconsiderados no sólo dañan las relaciones; son también un estorbo para
nuestra efectividad como Siervos de Dios. La Biblia nos enseña las siguientes
verdades en cuanto a nuestras palabras:
. La lengua es poderosa y capaz
de causar daño (Stg. 3:3-8; Sal. 57:4).
. Dios detesta el chisme (Pr.
17:9; 20:19;Ro.1:29 BLS; 1 Ti. 5:13).
· Las palabras duras causan
divisiones (Pr.15:1; 1 Co. 1:10).
· Hemos de bendecir, no de
maldecir a los demás (Stg. 3:9-13).
· La persona necia no sabe cómo
controlar sus palabras, pero la sabia le pone freno a su lengua (Pr. 13:23;
13:16; 15:2, 7, 28).
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