sábado, 18 de febrero de 2012
¿Eres un gigante, o una carga?
Luego de la cena, los chicos le pidieron a Jacob que les contara un cuento. ¿Qué tipo de cuento? —les preguntó.
Un cuento de un gigante —gritó todos.
Jacob sonrió, se acomodó entre las piedras calientes dispuestas al lado de la chimenea y comenzó el relato con voz suave.
Erase una vez un niño que le pidió a su padre que lo llevara a ver el gran desfile que recorría la ciudad. El padre, recordó haber asistido al desfile de niño, y accedió rápidamente al pedido de su hijo; la mañana siguiente partieron juntos.
Cuando llegaron al lugar donde verían pasar el desfile, la gente comenzó a adelantarse con empujones, y se formó una gran multitud. Como todos los que los rodeaban se convirtieron prácticamente en una pared, el padre alzó a su hijo y lo sentó sobre sus hombros.
Pronto comenzó el desfile y mientras iba pasando, el niño le relataba a su padre lo maravilloso que era y las espectaculares imágenes y colores que observaba. El niño, de hecho, se sentía tan orgulloso de lo que veía que se burlaba de los que miraban menos e incluso le comentaba a su padre: ¡Si solo consiguieras ver lo que veo!
Pero —Jacob miró fijamente a los chicos y añadió—: el niño no recordaba por qué él sí podía ver. El niño se olvidó que una vez su padre también había logrado verlo.
Entonces, como si el relato hubiera terminado, Jacob dejó de hablar.
¿Eso es todo? —repuso una niña desilusionada—. Creímos que nos contarías el cuento de un gigante».
Pero si eso fue precisamente lo que les conté —explicó Jacob—. Les relaté el cuento de un niño que bien pudo haberse convertido en un gigante.
¿Cómo? —Protestó otro niño.
Un gigante —continuó Jacob— es aquel que recuerda que está sentado sobre los hombros de alguien más.
¿Y en qué nos transformamos si no lo recordamos? —preguntó el niño.
En una carga —respondió Jacob.
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